UN RAYO DE SOL OH OH OH

Calor, ruido, aumento de la sensación de ansiedad, sopor, ganas de dedicarse a la vida contemplativa, desorden alimentario, empanamiento mental, tentativa de incendio de carperis en San Juan, dificultad para conciliar el sueño, flojera generalizada...Lámalo X. O llámale VERANO.

Cuando, como es mi caso en esta tarde, intentas recordar la concurrencia y prelacion de creditos y la cabeza hace que los articulos 1922 y ss. se tranformen helados, piscinas, playa y demás elementos estivales semejantes es que ha llegado el verano. Un verano que es incompatible con estudiar, opositar, memorizar, preparar, empollar y con todo lo que termine en -ar. Bueno, con todo no. Pero sí con todo lo relacionado, aunque sea tangencialmente, con la palabra examen.

Sin duda lo que menos soporto del verano es el calor, sus efectos en el estudio y sus consecuencias.
Este año me prometieron un aire acondicionado...y hasta me lo creí ¿vosotros lo habéis visto? Pues yo tampoco. Con la diplomática excusa de que ya mismo aprobaría y abandonaria el zulo en el que paso la mayor parte del día y de que por tanto no merecía la pena comprar un aire acondicionado( igual tienen la idea de que cuando se aprueba no se vuelve más a casa en verano...), aquí me halló con una aparato que me trajeron el otro día al que no me atrevo a calificarlo de ventilador porque parece que se le ha caido a algún marciano de una nave espacial. Es cilíndrico, da vueltas sobre su eje y echa aire. Eso sí. Pero también hace ruido. En la potencia máxima produce tantos decibelios como una taladradora de esas que se ven en las aceras y frente a las que instintivamente te tapas las orejas y aceleras el paso. En fin tendremos que llevarnos bien r2p2 y yo.

Lo malo o lo bueno (para los no-opositores) del verano es que la mayoría tienen vacaciones, mientras que el opositor se supone que debe seguir haciendo lo mismo que hacía en pleno mes de diciembre. Es decir, estudiar. Salvo aquellos que, por vislumbrar el próximo examen en un tiempo más o menos lejano, se puedan permitir el lujo de tomarse unas semanas libres. Aún en estos casos, nunca es igual. Las vacaciones suponen piscina, sol, tranquilidad y playa. Y a ésta última me quiero referir. Otro síntoma que delata al opositor es el color de la piel. Vale que alguna vez puedas bajar a la playa, pero no puedes pasarte el día allí...como otros. Porque si así fuera en lugar de contarle al preparador la condonacion (tema que tengo que llevar el próximo día) no tendrías más remedio que cantarle los platos del chiringuito...y no es plan. Al final, tras haber desechado la posibilidad de llevarte algún carperi junto con la sombrilla, te decides a ponerte las chanclas, coger la toalla y poner los pies en la arenita. ¡¡Hala, a chapotear un rato¡¡ Pero la falta de asiduidad hace que el color rojo cangrejo que tan rápido has conseguido obtener vuelvas a perderlo al poco tiempo recobrando tu blanco nuclear natural.

Ante tan desolador panorama veraniego se me ocurren algunos consejos:
Alejarse del bullicio y del calor. Pensar en osos polares y pingüinos. Probar si el Código Penal y tú cabéis en la nevera. Convertir a una botella de agua en una prolongación de tu brazo. Abrazarse a un ventilador. Evitar exposiciones prolongadas al sol. Reducir el atuendo a la mínima expresión, sin que llegue a ser provocativo. Cerrar los ojos, respirar profundamente y pensar que cuando lo abraís estará nevando. Estudiar a horas muy tempranas de la mañana o por la noche, para evitar que termines evaporándote. A lejarse del flexo para evitar el efecto estufa y abrir la ventana de par en par, no para tirarte,(que sería la última opción) sino para que corra el aire.

Vaya con el veranito. Y esto sólo es el principio.