CAMINO AL CIELO

El mismo día que muere Vicente Ferrer ETA vuelve a sesgar la vida de un inocente arrancando a dentelladas la felicidad de una familia y la esperanza de un país. Como el amor y el odio la maldad y la bondad son dos caras de la moneda humana. Y ayer más que nunca se hicieron presentes.
Qué paradójica es la condición humana que es capaz de crear ángeles y demonios a un mismo tiempo. De escalar las más altas cotas de benevolencia y dignidad y de descender hasta los más malvados y viles sentimientos.
Qué contradictorio es el ser humano que enarbolando la bandera de una idea es capaz de matar sin razón o dar vida altruistamente.
Qué pequeño me siento ante personas que en el silencio dan lecciones de vida sin atreverse a quejarse y que grande ante hijos de puta que creen que a golpe de bomba van a cambiar el mundo.
Qué insignificante me siento ante personas que son capaces de crear un puente solidario entre occidente y la India, de conseguir una vida plena dedicándola a los demás y de sacrificar su mundo para cambiar el mundo de otros. Y que grande ante cobardes que no conocen más lenguaje que el de las armas, que queman la palabras democracia y libertad con explosivos y que huyen como ratas después de cada tiro mortal.
Qué paradójico es el ser humano que es capaz de arrancar sonrisas en la miseria y lágrimas en la alegría, de dejar un rastro de amor con su partida que provoque un sentimiento de orfandad al pueblo indio y al mismo tiempo es capaz dejar huérfanos de esperanza a un país y herida de por vida a una familia.
¿Y qué sentido tiene matar? ¿Acaso una idea vale más que una vida?
Sólo me queda el consuelo de que todo cambie algún día. La confianza de que personas como Vicente Ferrer no llegan a morir nunca, solo se entierran. La certidumbre de que a pesar de todo todavía hay mucho mas amor que odio. La esperanza de que Dios o la ley impartan justicia, divina o humana. La creencia de que si existe Dios, si existe un cielo Vicente y Eduardo tienen un terreno a su nombre en el paraíso. Y la esperanza de que si Vicente Ferrer emprendió su camino horas antes de que lo hiciera Eduardo Antonio Puelles fue para poder darle un abrazo en el momento de su llegada.

Que Dios, si hay Dios y que el cielo, si hay cielo, les den la bienvenida.