
Si me preguntan cómo estoy, y no alcanzo a cambiar antes de conversación, no tengo contestación. Le robé a Mona Lisa su sonrisa una tarde que me hice funambulista y me la coloqué el día que dejé de saber qué responder. Olvidé la respuesta correcta a la vuelta de la enésima vuelta caperil.
Será que allí arriba se sobrevive desorientado toreando el desconcierto que provocan los pocos días soleados y los muchos atormentados. Con el cuerpo manteniendo el equilibrio y la cabeza en almoneda. Con los pies a cierta altura y la mente en la exosfera.
Puede que a verlas venir. A la expectativa de un sueño. Quizás esa sea la respuesta.
Cómo el que oye tambores de guerra de una guerra que ya no sabe si es suya pero que decidió librarla hace ya no sabe cuánto. Poniéndome al corriente del día de la batalla para estar allí...sin falta. Sin nervios ni ganas y sin demasiada ilusión. Pero sin cancelar la cita con los inquisidores que juzgarán si sigo en campaña o si me doy por muerto. Esta vez sin derecho a resurección.
Debería estar nervioso...pero no lo estoy. Puede que alegre...pero tampoco. Forma parte del autismo galopante que me ha provocado la oposición esta ausencia de interacción social, esta dificultad en la comunicación verbal y no verbal y este aparente pasotismo que enmascara seguramente el sentimiento más contrario.
Mientras tanto aquí sigo mirando el mundo desde mi atalaya de códigos y papel. Viendo la vida pasar desde la barrera. Con más libros que ganas. Con más sueño que sueños.
Ahí afuera dicen que es verano. Algo escuche de una feria...
Mientras tanto aquí sigo mirando el mundo desde mi atalaya de códigos y papel. Viendo la vida pasar desde la barrera. Con más libros que ganas. Con más sueño que sueños.
Ahí afuera dicen que es verano. Algo escuche de una feria...